Ya no basta con tener una carrera y una pléyade de másters y cursos en nuestro currículum; los conocimientos no son más que un punto de partida de nuestra carrera profesional. Estamos ante un cambio de paradigma en la formación: al igual que cuando montamos en bicicleta, si dejamos de pedalear, nos caemos.
Conservar o no estatus y trabajo depende hoy de nuestra capacidad para formarnos de manera continua. Somos nosotros, los profesionales, los responsables de preocuparnos (y ocuparnos) de lo que tenemos que aprender, no la empresa que nos contrata ni el estado.
A cambio, podemos elegir nuestra ruta particular de manera flexible a lo largo de la vida. Pero con la cantidad de cursos y otros recursos disponibles en internet, ¿qué criterios tenemos que seguir para poder seleccionar los mejores?
Ampliar fortalezas, no cubrir carencias
Este cambio de paradigma supone tirar por tierra algunas premisas. La primera, que la formación debería ir encaminada a cubrir nuestras carencias. Creo, por el contrario, que el diseño de un plan personalizado debería estar anclado en la búsqueda y desarrollo de nuestras fortalezas naturales.
Demasiadas empresas contratan en función de los conocimientos adquiridos para intentar convertir a sus empleados en algo que no son. Hoy tenemos la oportunidad de definir quiénes somos y qué elegimos aportar. No podemos desaprovecharla.
Claro que tendremos de tratar de cubrir nuestras carencias, pero entendiendo que la fuerza para aprender solo se encuentra en las motivaciones profundas de cada uno, que son las que nos diferencian y nos hacen únicos. Y que la diferencia entre un trabajador aceptable y otro realmente bueno está en su capacidad de formarse (o no) profundizando en sus habilidades y preferencias.
No solo los mejores cursos
Otra preconcepción es la que equipara la formación con la realización de cursos. En la era de internet, las oportunidades de formación son casi infinitas, con una oferta dinámica y accesible. Tanto que restringirse a las opciones de siempre se antoja una limitación. Hay muchas otras maneras de formarnos en internet.
Asimismo propongo a los profesionales que diseñen su propio recorrido formativo equilibrando el aprendizaje tradicional con el aprendizaje informal y colaborativo (o peer-to-peer learning).
Porque, como Charles Jennings analiza en su libro 70:20:10 Towards 100 % performance, sólo un 30 % del conocimiento útil que un profesional posee procede de la “educación formal”. El 70 % restante surge de su asistencia a charlas, del trabajo conjunto con especialistas en otras materias y de la lectura de libros y artículos.
Pero, sobre todo, porque en un contexto de economía colaborativa cada vez son más los profesionales reputados que comparten con generosidad sus investigaciones y sus experiencias. Sería una lástima desaprovechar tanto oro.
No se trata solo de adquirir conocimientos
La formación debería ir orientada a adquirir conocimientos. Sí, pero no solamente. Para para tirar del carro de un proceso continuo de aprendizaje, sin pautas y sin un programa reglado, la actitud es clave.
Tan importante es lo que sepamos hacer como la voluntad de aprenderlo. Y esa voluntad requiere de motivación pero también de otro tipo de habilidades como la capacidad de compartir y de colaborar en red trabajando en voz alta.
La digitalización implica nuevas metodologías y herramientas, pero sobre todo un desarrollo personal hacia nuevos valores y actitudes. Entre ellas del despertar de ese “apetito curioso” por aprender de todo y de todos que llaman “learnability” en inglés, y que conviene no confundir con la simple capacidad de recibir una enseñanza. Porque no se trata solo de ser capaz de aprender, sino de hacerlo activa y proactivamente.
Dado que nuestra aprendibilidad es ampliable, la confianza en nuestra capacidad intelectual para afrontar este cambio es imprescindible. Para apalancarla, al diseñar nuestra hoja de ruta hacia un aprendizaje efectivo no deberíamos olvidar elementos como:
- El pensamiento crítico, incorporando junto al propio conocimiento la capacidad para hacernos las preguntas que nos ayuden a su completa comprensión.
- La comunicación y la difusión, obligándonos a desarrollar destrezas que nos permitan compartir el conocimiento adquirido, porque se aprende mucho enseñando a otros.
- La colaboración y la cocreación, ambos mecanismos multiplicadores de conocimiento, con el desarrollo de redes de conocimiento como catalizador clave.
- La búsqueda de la aplicabilidad pero también de la transversalidad, para así ampliar nuestras oportunidades de abrirnos al pensamiento lateral que precisa la creatividad.
Se aprende mejor en compañía
Otra de las premisas que debemos desterrar es que el aprendizaje autodidacta es individual y solitario. Nada más lejos de la realidad. En temas de aprendizaje, hay contextos que facilitan y estimulan, mientras que otros dificultan y disuaden. Es importante situarnos en posiciones que nos permitan desarrollar la flexibilidad, la agilidad mental y la habilidad para extrapolar conocimiento de una situación a otra.
Tenemos que estar dispuestos a romper nuestros prejuicios y “desaprender” cuando proceda. Podemos crecer desde el inconformismo y el abrazo a nuevas metodologías de aprendizaje, conjugando con más frecuencia verbos como demostrar, practicar, organizar, participar, preguntar, relatar, explicar, resumir, estructurar, ilustrar…
La utilidad de las “píldoras”
No es verdad que no se aprenda nada en un vídeo de un minuto. Aunque quizá uno mismo jamás optaría por estudiar así, hay que probar lo que funciona a otros. Es momento de abrirse a sustituir cursos extensos por píldoras formativas, por estructuras modulares que uno va seleccionando según necesita, por aprendizaje social y también por algo de diversión.
Recomiendo un esquema de aprendizaje variado, tratando de combinar “lo de siempre” con microformación, aplicacines formativas, retos colaborativos y juegos, haciendo del móvil y de las redes sociales nuestros aliados.
La memorización e internet
Es una trampa pensar que la memoria es ya algo secundario, porque todo está en internet. La atención y la memoria siguen siendo elementos indispensables, porque razonamos con los datos y las herramientas que “se cargan” en la memoria.
Dado que nuestro cerebro necesita buscar en los archivos de la memoria a largo plazo experiencias y patrones para facilitar la comprensión y resolver problemas, es importante integrar los contenidos en él con múltiples claves de recuperación. Además, solo memorizando liberamos energía en funciones ejecutivas, lo que aumenta nuestra capacidad para la creatividad y el ingenio.
Debemos aprender a aprender
Una vez asumido que todos precisamos de actualización permanente, no sólo porque lo que hoy sabemos no va a servirnos mañana, sino porque es nuestra capacidad de aprendizaje el verdadero acelerador estratégico para nuestras compañías, las preguntas que nos hacemos son: ¿cómo saber lo que tengo que aprender?, ¿cómo identificar referentes?, ¿cómo garantizar que lo que elija va a tener impacto en mi desarrollo profesional y en mi contribución al negocio?
Nuestras agendas van a tope y cuesta sacar tiempo para formarse; la otra cuestión importante es aprender a elegir a qué actividad formativa vamos a dedicar nuestra atención.
En este sentido, siempre recomiendo comprobar:
- Que el tema esté alineado con nuestra hoja de ruta. Si aún no la tenemos, entonces la selección deberá estar encaminada a entender cómo diseñarla.
- Que la metodología nos encaje, que la pueda cursar sin dejar de lado su agenda habitual.
- Que los profesores sean profesionales de referencia en el tema que imparten y profesionales sintonizados con la revolución digital.
- Que sus compañeros sean estimulantes para que las sesiones sean participativas, sacando todo el jugo a la inteligencia colectiva.
Aprender cualquier cosa
Dicen que adornaba la fachada de la Academia fundada por Platón un lema que era toda una declaración de intenciones: “Aquí no entra nadie que no sepa geometría”. Hoy, en cambio, en la home de la Academia Khan, una página web gratuita de aprendizaje en línea, el lema es: “Solo tienes que saber que puedes aprender cualquier cosa”.
Se trata de desarrollar el apetito, controlar las emociones, focalizar la atención, mantener el esfuerzo y ejercitar la memoria. De asumir el aprendizaje y el desaprendizaje como una parte de nuestra actividad diaria, interiorizando estos procesos tal y como hemos hecho con, por ejemplo, la tarea diaria de leer nuestro correo electrónico.